Postback
Página principal
Indice General
Listados de Software
Foros de Discusión

No existen muchos tópicos tan frecuentes en el mundo del vídeo-juego como el maltrato al que se ha visto sometido históricamente el aficionado europeo por culpa de un sistema de televisión distinto al empleado en Japón y los EEUU. El sistema PAL no es, originalmente, más que el fruto de las diferencias entre la tensión eléctrica empleada en los distintos países. Su trascendencia, me temo, va mucho más allá de lo inicialmente pronisticado.

A pocos se les escapa ya que un televisor de la norma PAL tiene una tasa de refresco de pantalla considerablemente menor que un televisor NTSC. A cambio —entrecomillado—, el número de líneas dibujadas en pantalla es mayor. Un indeseable capricho tecnológico con el que se encontraron los fabricantes de vídeo-juegos y que no supieron —o quisieron— solventar con eficacia cuando les llegó el momento de adaptar sus máquinas —nacidas en países con norma NTSC— al nuevo sistema de vídeo.

["Divagaciones de un videófilo—II—"]

Obviamente, ésta fue la primera razón por la que muchos nos empezamos a interesar en adquirir máquinas NTSC en lugar de las que nos corresponderían [¿?] de acuerdo a nuestra situación geográfica. Porque pronto nos dimos cuenta de que el problema era mucho más artificial de lo que, tanto fabricantes como prensa, nos querían hacer ver.

Al contrario que en el resto del mundo, y especialmente en los EEUU, en Europa, ya desde los 80, muchos televisores —no tardaría en convertirse en estándar— incorporaban una entrada SCART y la posibilidad de ejecutar señal RGB, lo que permitía, automáticamente, el uso de cualquier dispositivo de vídeo NTSC que ofreciese esta señal sin ninguna pérdida de velocidad de muestreo, pues la imagen se dibujaba en sus 60 ciclos y sin líneas sobrantes.

Había que darse cuenta, había que importar las máquinas —y sus juegos— y había que conseguir los escurridizos cables RGB-SCART, pero la recompensa merecía del todo la pena. Y la señal RGB nos hacía —y nos hace— mejores, al final, a los habitantes del Viejo Continente en el disfrute esta afición. Pensemos lo triste que resulta, por ejemplo, que en los EEUU —y, por extensión, en América Latina— no hayan podido saborear de forma generalizada la calidad que ofrece esta señal por culpa de una estúpida legislación en pro de la propiedad intelectual — la señal RGB, creyeron, era la herramienta que permitía al consumidor el empleo de medios de vídeo no reglamentarios. La señal RGB es la única señal directa, limpia, la única capaz de mostrar la auténtica belleza del pixel en bajas resoluciones. La única empleada en el ámbito profesional, y nosotros, los usuarios europeos, los únicos que hemos tenido —tenemos— un acceso no restringido, no minoritario a ella.

Ahora que quieren que todos cambiemos de televisor, que nos imponen la imagen digital frente a la analógica, que nos venden millones de pixels en realidad inexistentes... no os olvidéis de vuestros viejos trastos. Ésos que son los que nos van a permitir seguir disfrutando de nuestras máquinas en RGB. Ésos que nos convierten a los euro-pal-etos en la superclase. ¡Ja!

 
Concepto, diseño y texto por Recapitulador.
Los logos y marcas comerciales pertenecen a sus respectivos propietarios.
Todos los derechos reservados.