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                      | OH
                        NO! |  
                      |  |  
                      | Sistema:   PLAY STATION |  
                      | Formato:  1 x CD-ROM |  
                      | Hardware:    ANALOG CONTROLLER |  
                      | Lanzamiento:       16.11.2000 |  
                      | Marca:      ASMIK ACE ENTERTAINMENT |  
                      | Desarrollador:  TYCOON |  |  Lo
            mejor de un boom del vídeo-juego como el que trajo consigo
            el sistema Play Station es la enorme cantidad de nuevos grupos
            desarrolladores y compañías inversoras que surgen para cubrir una
            demanda que parece no tener fin. Una demanda tan amplia que las invita
            a atreverse con propuestas alternativas y enfoques originales
            con presupuestos de cierta entidad.
 Tal es el caso de
            este Oh No!, coproducción de la televisiva Tokyo Broadcasting
            System y Asmik Ace Entertainment con desarrollo de uno de los grupos
            internos de ésta. Que a las puertas del nuevo milenio era ya
            difícil sorprender a un público más que acostumbrado a las tres
            dimensiones y a casi cualquier tipo de planteamiento estilístico
            queda patente con echar un vistazo al catálogo que Play Station
            había atesorado, pero Oh No! fue una apuesta por la trasgresión
            como pocas veces habíamos catado antes.
 
 Para empezar, describir su mecánica resulta un tanto complicado. Oh No!
            constituye un revival de las formas más primitivas de los
            juegos de conducción levantado sobre el pantanoso terreno de
            la tridimensionalidad. Contamos con un scroll continuo, sin
            posibilidad de acelerar o frenar y la única preocupación de
            sortear los obstáculos del camino y recoger las hamburguesas para
            que nuestra barra de energía, en permanente descenso, no llegue a
            agotarse. La perspectiva empleada es similar a la del juego de
            conducción moderno, aunque los movimientos de la cámara son
            constantes y acusados. Hay escenas donde el punto de vista está,
            literalmente, en oposición al ordinario.
 
 El personaje a nuestro control, lejos de ser uno
            solo, es doble, triple, o hasta cuádruple según la fase. Controlar la formación de nuestra cuadrilla, además de su
            posicionamiento, es, de hecho, la parte fundamental en la
            mecánica de Oh No! Para ello, disponemos de un
            botón que conmutará entre las dos formaciones disponibles, cualquiera
            que sea el número de personajes en activo. Un segundo botón
            es usado para efectuar el salto, que permite, además de sortear
            obstáculos y sandwiches de pescado in extremis,
            caer sobre otros transeúntes y elementos del escenario para
            dejarlos fuera de juego y obtener puntos a la usanza de Super Mario
            Bros., con posibilidad incluso de realizar combos. Y en modos especiales, un tercer botón
            ejecuta una demoledora voltereta.
 
 Los modos principales constan de un número predeterminado de fases que
            siguen el hilo argumental y, a su vez, se subdividen en tramos
            definidos por los correspondientes puntos de control —desde los que se
            permite continuar si somos eliminados siempre y cuando no
            reiniciemos el juego—, y que se rematan con un mini-juego de
            coordinación y velocidad digital en dos variantes, más
            como
            anécdota —o quizás, más bien, como guiño hacia su fuente de inspiración visual por
            antonomasia: Parappa the Rapper—, que de verdadero desafío, a decir verdad.
            No todos los modos están disponibles desde el
            principio, sino que algunos requieren haber completado modos previos,
            aunque sí lo están los pensados para dos jugadores
            simultáneos. Son derivaciones del mismo motor, pero con objetivos
            diferentes que añaden un extra nada despreciable.
 
 
   
              
                
                  |  | No
                    es el protagonismo de culos y bromas sexuales lo que
                    realmente manifiesta el carácter trasgresor de Oh No!. Ni
                    siquiera el diseño hiperdistorsionado de los personajes o
                    el descerebrado |  
              
                
                  | guión.
                    Es su mismo planteamiento. Trasladar con tanta literalidad
                    algunos de los conceptos más antiguos de la acción
                    bidimensional —con su simplicidad, pero a la vez, sus
                    requerimientos de precisión y control de las distancias— a
                    las tres dimensiones del tiempo real tiene mucho de
                    bofetada al sentido común. Hacerlo con sprites
                    manipulados y presentados como elementos poligonales, es,
                    además, una burla más o menos soterrada a las —entonces—
                    nuevas
                    tendencias visuales implantadas, ésas empeñadas en
                    hacernos creer que sus modelos 3-D pueden acaso
                    aproximarse a la belleza y la expresividad de los diseños bitmap. 
 Lejos de ser pionero en este estilo gráfico, sin embargo, Oh No!
                    repite una técnica ya puesta en práctica en otros títulos
                    anteriores de destacable repercusión, aunque alcanzando, eso sí, cotas de
                    espectacularidad aún mayores. Es difícilmente cuestionable
                    que Tycoon pretendía, ante todo, crear una experiencia
                    audiovisual, un viaje cuidadosamente diseñado por la urbe de unos personajes tan aberrantes como fascinantes,
                    dueños de un relato descontrolado en el que el
                    acompañamiento musical juega un papel clave. Del indie rock
                    al J-pop  pasando por el reggae y los ritmos
                    caribeños, la banda sonora de
                    Oh No! está integrada por un puñado de temas rabiosamente eficaces e
                    inspirados, sin los cuales sería imposible entender el
                    juego de la misma manera.
 
 Y no es que el aspecto mecánico de Oh No! sea desdeñable, es
                    que no tiene demasiada profundidad. No podía tenerla. El
                    juego se basa principalmente en memorizar obstáculos y
                    abandonarte, por momentos, a la ejecución continua del
                    salto. La perspectiva, los cambios de cámara y las barreras
                    visuales impedirían que una fórmula más elaborada, más
                    enfocada a poner a prueba la habilidad del jugador,
                    funcionara con solidez. De hecho, el juego está concebido
                    para continuar una y otra vez tras ser eliminado hasta
                    superar cada fase primero —permitiendo en esos momentos
                    guardar los progresos en la tarjeta de memoria— y cada modo, después. Eso no
                    quiere decir que Oh No! no sea divertido. Tiene muchísimo
                    gancho, antes al contrario. Controlar a la cuadrilla en sus
                    desalados paseos por tantos paisajes típicamente nipones es
                    extraordinariamente placentero. Mientras
                    dura,
                    porque el juego se acaba pronto. Aunque siempre quedan los
                    modos extra y la opción de repetir para escalar en la tabla
                    de records, algo más de dificultad y de sustancia en los modos
                    principales en lugar de tanta opción desbloqueable en
                    el menú habría ayudado mucho a un juego con una premisa
                    tan pretendidamente punk. Lo cierto es que al final,
                    Oh No! resulta ser un juego perfecto para las mayorías.
 
 Amantes de gag  continuo, del humor adolescente,
                    de la acción simple y directa, de los polígonos bien empleados, de la animación underground
                    pero con firma, de los homenajes a la cultura pop, de los mini-juegos estúpidos, del
                    costumbrismo japonés: no dejéis pasar la oportunidad de
                    haceros con Oh No!. Es un latigazo de irreverente frescura,
                    un ejemplar único en los comienzos de una era gris y
                    uniformada. ¡Oh... sí; un diez para el narrador!
 
 
 Recap
 
 
 
      Todo 
                        el artwork original es propiedadintelectual de Tycoon /
 TBS / Asmik Ace Entertainment, Inc.
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