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ACTRAISER |
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Sistema: SUPER FAMICOM |
Formato: 8Mb+BB ROM CASSETTE |
Hardware: - |
Lanzamiento: 16.12.1990 |
Marca: ENIX |
Desarrollador:
QUINTET | |
Que Enix dejara en
manos de una pequeñísima compañía recién nacida la
responsabilidad de desarrollar su primer título para una Super
Famicom que aún estaba por aflorar en el mercado fue una decisión
mucho más meditada de lo que pudiera parecer. A fin de cuentas, los
miembros de Quintet procedían de esa factoría de sueños que es
Nihon Falcom y tenían un historial admirable. Lo que no está tan
claro es que esperaran un producto de la calidad de Actraiser,
convertido en obra de referencia desde su alumbramiento no ya en el
historial de Enix, sino en la Historia misma del vídeo-juego. El proyecto de Quintet era tan ambicioso como combinar dos juegos en
uno solo, fusionar dos géneros tan
distantes como la acción en perspectiva lateral propia de los arcades
y la simulación teologal en tiempo real, hacer que Rastan y
Populous se encontrasen e idear cómo sería su descendencia.
Así,
Actraiser nos pone en el papel del Todopoderoso mismo —entendido,
más o menos veladamente, en clave judeo-cristiana—, que deberá recuperar sus
territorios haciendo que la población prospere en ellos, para lo
que contamos con un mapa sobre el que guiaremos a nuestros hijos
humanos. Su desarrollo depende de la cantidad de territorio invadido y nuestro objetivo, en último término, es que no quede
un solo cuadrante por ocupar, pues nuestro nivel es directamente
proporcional al número de habitantes logrado en cada territorio. Nuestros Adán y Eva no
podrán nacer para luego procrear, eso sí, si no hemos establecido primero un templo matriz en el territorio, lo que exige la limpieza inicial
de los demonios que ocupan el área. Es aquí cuando el juego da
paso a las escenas de acción pura en perspectiva lateral, donde
controlamos a la encarnación guerrera de Dios, que, espada en mano, deberá recorrer una fase segmentada
hasta encontrar y acabar con su guardián
final.
La conquista de los territorios no es una labor únicamente limitada
a marcar los pasos a dar de sus habitantes; las criaturas del mal
aún pueden surgir de diversos emplazamientos que deben ser sellados
cuanto antes. Por suerte, contamos con un ser
seráfico que controlamos en estas escenas y que, manejando
en tiempo real a modo de juego de disparo multidireccional en perspectiva
cenital, podrá exterminar a flechazos a los demonios que consigan
surgir de los generadores que no hayan sido sellados para proteger a
los hombres y sus posesiones. Nuestra capacidad lógica entra
en juego al tener que, de nuevo en el papel de Dios, provocar fenómenos meteorológicos si creemos que
determinados accidentes geográficos impiden el desarrollo de la
población, hacer que ésta encuentre para nosotros las magias
perdidas —que podrán ser usadas para ayudarnos en las escenas
de lucha— e incluso favorecer el intercambio de elementos culturales entre los
habitantes de los distintos territorios. ¿Suena complejo? ¡Pues en
absoluto!
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Actraiser
es de esas obras que sabes están destinadas a ser objetos de culto
con solo unos pocos minutos de contacto. Sin necesidad de profundizar o
considerar su extensión. Basta |
presenciar
la primera materialización de tu avatar para
sentir una estremecedora emoción. La deslumbrante belleza del bosque
que sirve de escenario a tu recién comenzada aventura, engrandecida
por una sobrecogedora melodía de fondo propia de un Koshiro
en su mejor momento, te absorbe sin
remisión. Era difícil pensar entonces que un juego doméstico pudiera gozar de
una elaboración audiovisual tan perfeccionada, menos aún
cuando se trataba de un título que prácticamente acompañaba el
lanzamiento de un sistema, pero era más difícil aún
imaginar que la mezcla de dos géneros tan —a priori— inconexos diera un resultado así de atractivo y envolvente.
Y es que todo lo que la propuesta tiene de osada lo tiene
también de coherente, en el fondo. Si se traslada con
literalidad una fórmula nacida para los arcades a
territorio doméstico se corre el riesgo de no contentar a
un público poco habituado a las exigencias psicomotrices
de este tipo de juegos, por lo que idear un planteamiento
que subdivida el desarrollo en una sucesión de retos
menores e independientes, embebidos en un juego de
simulación - acción más liviano que sirva de ligazón, no suena, en
absoluto, descabellado. Si, además, ambas secciones se
interrelacionan de modo que los éxitos conseguidos en una
afecten directamente en el desarrollo de la otra y viceversa,
la idea se convierte en genialidad y el escepticismo, en
admiración.
¿Y sabes qué? Actraiser enamora. Porque —a excepción de
la presentación gráfica de las partes de simulación— todo
está realizado con tanto mimo y esmero, que poco
importa que las escenas de acción a lo Rastan tengan
demasiados momentos de cuestionable honradez estructural,
o el tiempo que tuviste que invertir en acostumbrarte al
retardo de la respuesta de tu avatar en el combate, o que muchos de los
enfrentamientos con los bosses se resuelvan sin necesidad
alguna de estudio previo, o incluso la carencia de verdadera
profundidad de las partes de simulación; la ópera prima de Quintet es una experiencia
tan gratificante como conmovedora que no abandonarás hasta
su conclusión. La aventura no es muy extensa pero está relativamente abierta, el reto
es moderado
—quizás demasiado moderado— si se procede con cordura
y el relato es inusual y sorprendente, con el peso justo
para funcionar únicamente de mero hilo conductor y a la vez
lleno de contenido alegórico y filosófico
—tan ingenuo como
queramos apuntar pero oportunamente alejado del
estereotipo que tanto se repite el vídeo-juego de
inspiración mitológica; el conflicto entre lógica y
moralidad al que el jugador se ve sometido en la carrera
evolutiva no tiene precedente—.
Sepamos valorar la obra en su contexto. Actraiser unificó
dos géneros con maestría y se valió de un acompañamiento
escenográfico sin parangón, pero lo hizo en un momento
aún de transición, donde las únicas directrices
tecnológicas posibles de las que servirse se encontraban en
el lejano ámbito de los salones. Quintet demostró
que la sublimidad nace de la unión mágica de talento y
experiencia y que, con los medios adecuados, nada es
imposible. A tres semanas vista de su lanzamiento, Super Famicom tenía su segundo producto estrella
tras Super Mario World y su senda empezaba a dibujarse con
una solidez demoledora. Por innovación, por concepto, por
belleza, Actraiser merece un lugar
inquebrantable entre los mejores.
Recap
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