gratificante
observar que Sega no se conformó con su
recién aparecido Sonic the Hedgehog para
aupar en lo posible a su Mega Drive. La
calidad de este Monster World III se deja notar
desde la primera toma de contacto. El
nuevo héroe creado para este capítulo
fue uno de los mejores diseños, plásticamente
hablando, jamás realizados hasta el
momento. No
sólo el protagonista, todos los sprites
y escenarios están realizados con una
gracia exultante, recordando
indefectiblemente a episodios anteriores
pero a la vez introduciendo su propio estilo.
Es, precisamente, estilo lo que
derrocha el juego. Los diseñadores fueron
capaces de crear un pequeño mundo
lleno de lugares y personajes con
identidad propia, demostrando que sabían
aprovechar la paleta de colores de MD como
nadie y que la saga aún podía ser objeto
de un buen restyling sin perder un
ápice de frescura. Visualmente, nada en
WBV: MWIII está hecho con desdén. El
juego te impulsa a seguir avanzando sólo
por contemplar nuevos bosses o
descubrir nuevos parajes, y eso ya es
mucho a su favor. Pero además, sigue
gozando de una mecánica tan pulida y
atractiva como la de sus antecesores. No;
más. La variedad de acciones es mayor en
esta quinta entrega. Los niveles son más
largos y el cartucho consta de una memoria
no volátil para
guardar los progresos, por lo que está
concebido para la exploración más que
nunca antes.
Catalogar,
de hecho, a WBV: MWIII con el espurio
término de action
RPG tampoco parece descabellado. El
desarrollo sigue el patrón de visitar
poblados - adquirir armas - afrontar
mazmorras, el uso de estratégico objetos
y la solución de pequeños puzzles
tiene un peso fundamental, y nuestro
personaje evoluciona e incluso goza
temporalmente de aliados activos a lo
largo de la aventura. Es un programa
concebido para grabar tu progreso cuando
superas misiones, para continuar cuando
eres eliminado, para retornar a lugares ya
visitados. Eso sí, la acción sigue
siendo, como en todos los Wonder Boy, la
protagonista indiscutible de la dinámica. Las
escasas posibilidades de ataque y defensa
—incluso con el inventario de magias
completo—
de nuestro protagonista te
obligarán a esforzarte al máximo a la
hora de calcular tus ataques y tus saltos.
Oh, la inercia; nuestro mayor enemigo.
Pero esto es Wonder Boy, ¿qué esperabas?
Reflejos y destreza se verán puestos a
prueba mucho más de lo que podría
deducirse por su inocente apariencia,
aunque sin que la dificultad sea nunca
exagerada.
¿Cómo
los programadores han conseguido incluir
tanta diversidad de escenarios y
personajes, tan enormes bosses y
tal cantidad de melodías en un cartucho
con una tasa de memoria tan irrisoria? ¿Cómo
han logrado con un esquema, a priori, tan
limitado que el jugador se vea sometido a
situaciones tan dispares, desde la solución
de un laberinto a la escalada más rítmica
y frenética que puedas imaginar, pasando
por la interpretación de una pieza
musical con una ocarina? Poco importa. El
resultado es un micro-universo lleno de
posibilidades que se va abriendo poco a
poco, unos niveles magistralmente diseñados
para no hacerte abandonar hasta el final,
una narración caricaturesca
con sorpresa final incluida y un enorme
salto cualitativo con respecto a la mayoría
de representantes del género aparecidos
con anterioridad.
WBV: MWIII es uno de esos títulos que
unifican dos generaciones y a la vez se
erigen como obra maestra intemporal. Su
desarrollo y concepción estética hablan
más de los grandes títulos de los 8 bits,
mientras que su puesta en escena es un
ejemplo preclaro de la capacidad de los
sistemas de 16 bits. Sin grandes
pretensiones, sin virguerías técnicas,
haciendo de los tópicos un arte, WBV:
MWIII llegó para llevar la vitola de clásico
imprescindible, para encumbrar aún más a
una saga concebida desde la genialidad,
para permanecer. Tan legendario como su
propio héroe.
Recap
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