Mezclar Monopoly y Magic the Gathering en un vídeo-juego no supone ninguna novedad. Parece bastante evidente que Capcom quiso subirse al carro del Culdcept, convertido casi en
fenómeno social desde su salida unos años atrás. Gaia Master es bastante más simple y familiar que la obra de Omiya Soft, lo que se adivina ya solo contemplando el planteamiento escenográfico del programa. Capcom se ha cuidado mucho de que los personajes que protagonizan Gaia Master se caractericen por una estudiada simpatía y que la ambientación resulte ligera y amable, invitando a participar a jugadores de todas las edades. 

Y cuando Capcom se propone crear personajes con carisma, le sobran recursos, claro. No solo el trabajo gráfico de Nishimura es soberbio, las distintas personalidades, los guiones e interpretaciones, las situaciones diseñadas, alcanzan cotas de humor realmente meritorias. Es difícil saber hasta dónde llegó la labor de Nexus Interact y hasta dónde la de Capcom en el desarrollo del juego, francamente. Al margen de las ilustraciones de Nishimura, los gráficos de Gaia Master no escapan demasiado del estilo del que tanto gusta Capcom, desde los excelentes sprites con un sinfín de animaciones, hasta los impresionantes escenarios que decoran cada uno de los tableros, donde el grado de detalle y la gama cromática son más que elocuentes por sí solos en este sentido. Las melodías también acompañan espléndidamente; no son un alarde de espectacularidad, pero nunca llegan a cansar, a pesar de la longitud de las partidas.

Un notable alto, pues, para el apartado estético, pero ¿qué tal funciona el invento? No soy muy creyente en los juegos de tablero en general, a decir verdad. Muy pocas veces la victoria en ellos depende de la capacidad estratégica del jugador antes que del mero azar, y eso ya es suficiente para mí para sentirme desmotivado de antemano. La cosa es aún peor si el juego se ejecuta a través de un ordenador. La aleatoriedad es normalmente sustituida por la voluntad de la CPU, de modo que, definitivamente, importa muy poco la forma de proceder del jugador. Es una buena manera de definir a Gaia Master, me temo. El juego pone supuestamente en manos del azar la mayoría de las acciones que en él tienen lugar, desde desplazarse por el tablero hasta los propios combates con las cartas —donde la aparición de los golpes críticos juega un papel fundamental—, pero no tardarás mucho en descubrir que la suerte tiene poco que ver con el desarrollo de la partida, especialmente si te has decidido por el modo historia. La simpleza del juego impide que el par de características que el jugador puede realmente controlar sean mínimamente determinantes; el nivel de estrategia requerido, en definitiva, es muy elemental y es enormemente difícil operar con desacierto una vez conocidas la reglas. 

Quizás Gaia Master —o el juego de tablero, en general, pero ésa es discusión para otros foros— deba ser entendido desde otra perspectiva distinta. Como entretenimiento liviano, sin pretensiones, sin auténtico sentido, es seguro que funciona. El juego posee un enorme número de atractivos, no solo visuales, sino también mecánicos. Pero lo cierto es que al final, lo complicado es olvidar lo mal aprovechados que están.



                                             
Recap
      

     
     
    
 

  

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