La historia de Risky Woods es la de un título que quiso trasladar la concepción de los juegos de acción bidimensional de recreativa a unos sistemas —los ordenadores occidentales de 16 bits— que clamaban por albergar programas con este planteamiento, tan extendido en la generación anterior, especialmente en la producción española. Es la historia, también, de un juego que evidenció que existía potencial para que esa casta de creadores nacionales autodidactas que había brillado localmente en la década de los 80 diera el salto a los 16 bits mirando a la cara a británicos, franceses o alemanes, y que su fracaso tuvo más que ver con la precaridad de medios —técnicos y mercadotécnicos— de la industria del país. Y es la historia de una obra que, incluso versionada a una plataforma de éxito mundial y más afín a su credo como fue la familia Mega Drive, jamás ha sido entendida por el grueso del público y ha acabado, a pesar de sus cualidades, relegada al baúl de los eternamente olvidados. [...]
Algún día, más.